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En vistas del conflicto entre su naturaleza celestial y su naturaleza mortal, Morgana decidió atarse las alas para aceptar la humanidad y deja caer el peso de su dolor y rencor sobre los deshonestos y los corruptos. Se opone a las leyes y tradiciones que considera injustas y lucha por la verdad (aunque haya quien trate de reprimirla) desde las sombras de Demacia con escudos y cadenas de fuego oscuro. Por encima de cualquier otra cosa, Morgana cree firmemente que llegará el día en que hasta los exiliados y proscritos se alzarán de nuevo.

Atribulada entre su naturaleza celestial y mortal, Morgana ató sus alas para aceptar su humanidad e inflige su dolor y amargura en los deshonestos y los corruptos. Rechaza las leyes y tradiciones que considera injustas y pelea por la verdad desde las sombras de Demacia con escudos y cadenas de fuego oscuro, aun cuando otros tratan de reprimirla. Pero, ante todo, Morgana cree que incluso los parias y los desterrados serán capaces de elevarse de nuevo un día.

Biografía[]

El destino o las casualidades hicieron que Morgana y su hermana nacieran en un mundo en conflicto. Las catastróficas Guerras Rúnicas habían arrasado la mayor parte de Valoran y Shurima, y parecía que terminarían sepultando hasta las cumbres de Targon. Los padres de Morgana, Mihira y Kilam, eran conocedores de las leyendas que aseguraban que la gran montaña otorgaba poderes divinos, y no tenían elección: si querían salvar su tribu, debían recorrer el largo y peligroso camino hasta allí.

No se dieron media vuelta, ni siquiera ante la noticia de que Mihira estaba encinta. Finalmente, donde Runaterra roza las estrellas, Kilam presenció lleno de asombro y temor cómo Mihira era elegida para encarnar el Aspecto de la Justicia.

La pareja regresó no solo con la salvación que buscaban, sino también con hijas gemelas: Morgana y Kayle. Sin embargo, el poder celestial que había reclamado a Mihira empezó a eclipsar su personalidad y sus sentimientos. Solía lanzar a las niñas a los brazos de su padre y los dejaba para acudir a la llamada de la batalla.

Durante muchos meses, la incertidumbre carcomió a Kilam. La guerra seguía abierta en innumerables frentes, y su querida esposa estaba cada vez más ausente. Como temía por la seguridad de sus hijas, esperó a que Mihira se volviera a marchar para huir de Targon con las dos niñas.

Aunque todavía no sabía muy bien adónde se dirigían, sería el lugar que se convertiría en refugio ante la magia y la persecución: el reino de Demacia.

Allí fue donde crecieron las gemelas, tan distintas como el día y la noche. Mientras que Kayle estudió el conjunto de leyes cada vez mayor del asentamiento, a Morgana, la gemela de pelo negro, empezó a inquietarle la desconfianza que sentían hacia los recién llegados. Sabiendo lo que significaba ser una persona refugiada, recorría lugares desconocidos para hablar con magos rebeldes y otros proscritos, desterrados por el peligro que suponían. En casa, percibía el sufrimiento de su padre por haber abandonado a Mihira, y creció el resentimiento que sentía hacia su madre por haberles hecho tanto daño.

El temor de que ella y Kayle pudieran contener algún resto del poder del Aspecto se confirmó cuando de los cielos cayó una gran espada envuelta por las sombras y fuego estelar. Tras perforar el suelo y partirse en dos, unas alas surgieron de los hombros de las niñas. Su padre se echó a llorar al ver que cada una de ellas cogía media parte del arma, por lo que se alejó a pesar del intento de Morgana por reconfortarlo.

Kayle aceptó este nuevo llamamiento y convocó una orden de justicieros para hacer cumplir las leyes. Morgana, en cambio, renegaba de sus dones... hasta la noche en que saquearon su asentamiento. Kilam se encontró rodeado cuando se extendió el enfrentamiento. En ese momento, Morgana corrió a protegerlo e hizo que todos los agresores ardieran hasta convertirse en cenizas. Juntas, las hermanas salvaron incontables vidas y empezaron a llamarlas las Protectoras Aladas de Demacia.

Sin embargo, la ideología de Kayle se hizo cada vez más extrema y Morgana terminó defendiendo cada vez más casos de aquellos que querían expiar sus crímenes. Las hermanas llegaron a un acuerdo con sus adeptos mortales, pero fue tenso y no duró mucho. Ronas, el discípulo más acérrimo de Kayle, intentó arrestar a la propia Morgana. En un intento por proteger a sus penitentes seguidores, Morgana lo aprisionó con oscuras llamas hasta que cayó muerto al suelo.

Un fuego divino iluminó el cielo sobre la ciudad cuando Kayle juró que haría justicia con la asesina de Ronas, y Morgana se encontró en los cielos cara a cara con su hermana.

Levantaron sus espadas, que encajaban a la perfección la una con la otra, y unos arcos de luz cegadora y oscuridad ardiente se precipitaron sobre los edificios situados debajo. Parecía evidente que iba a ganar una... pero Morgana flaqueó cuando escuchó la voz angustiada de su padre. Kilam estaba entre los escombros, herido de muerte. Entre gritos desgarrados de dolor, Morgana le arrojó la mitad de la espada de su madre a Kayle y se lanzó hacia la superficie como si fuera un meteorito.

Acunó a su padre sin dejar de maldecir aquella herencia que había causado toda la destrucción a su alrededor. Estupefacta, Kayle aterrizó y Morgana le preguntó exaltada si la purga de los malvados incluía a Kilam, cuyo único crimen había sido separarlas de su madre. Kayle no supo qué responder y se echó a volar hacia el cielo sin mirar atrás.

Las alas de Morgana se tornaron del inevitable color de su dolor. Intentó cortárselas pero no pudo conseguir una espada lo bastante fuerte. En lugar de eso, se las amarró con cadenas de hierro, decidida a caminar en el mundo de los mortales.

A lo largo de los siglos, su historia se convirtió en mito, y el nombre de Morgana quedó prácticamente en el olvido. Hasta el día de hoy, el pueblo de Demacia venera a la "Protectora Alada", pero solo recuerda la gloria y la verdad de una sola hermana, mientras que los oscuros arranques de Morgana y su creencia en la redención personal pasaron a formar parte de los misterios de la "Dama del Velo".

A pesar de todo eso, se niega a dejar de lado a quienes precisan su ayuda. Resentida y traicionada, permanece en las sombras del reino, pero tiene claro que la luz de Kayle volverá a brillar algún día en Runaterra y, entonces, nadie escapará a su juicio.

Ahora que la magia vuelve a alzarse, Morgana sabe que el amanecer está muy cerca.

Por razones del destino o por azar, Morgana y su hermana nacieron en un mundo azotado por el conflicto. Las catastróficas Guerras Rúnicas habían arrasado con la mayor parte de Valoran y de Shurima; parecían estar empeñadas en sepultar incluso las cimas del Targón. Los padres de Morgana, Mihira y Kilam, conocían las leyendas que aseveraban que la gran montaña otorgaba poderes divinos. Si querían salvar a su tribu, el único camino que vislumbraban como opción era emprender el viaje largo y peligroso.

A pesar de enterarse de que Mihira estaba embarazada, era demasiado tarde para volver. Finalmente, en el sitio donde Runaterra toca las estrellas, Kilam observó, con asombro y miedo, cómo Mihira fue elegida para encarnar el Aspecto de la Justicia.

La pareja volvió no solo con la salvación que buscaban, sino también con una pareja de hijas gemelas: Morgana y Kayle. No obstante, el poder celestial que reclamó a Mihira comenzó a opacar su personalidad mortal y sus afectos. Para responder el llamado de la batalla, solía dejar a las niñas bajo el cuidado de su padre.

La incertidumbre carcomió a Kilam durante varios meses. Las guerras continuaban propagándose a lo largo de incontables frentes, mientras que su amada esposa se desvanecía. Temiendo por la seguridad de sus hijas, esperó a que Mihira se fuera nuevamente y huyó del Monte Targón con las gemelas.

A pesar de que el lugar de destino aún no tenía nombre, sería conocido como un refugio frente a la magia y la persecución: el reino de Demacia.

Allí, las gemelas desarrollaron personalidades tan diferentes como el día y la noche. Mientras Kayle estudiaba las incipientes leyes del asentamiento, Morgana, con su cabellera oscura, se abrumaba por la desconfianza de los demás hacia los recién llegados. Tras haber experimentado lo que significaba ser una refugiada, ella merodeaba por los prados silvestres para hablar con magos rebeldes y otros marginados por los peligros que podían traer. En casa, Morgana sentía el sufrimiento de su padre por haber abandonado a Mihira, por lo que el rencor hacia su madre creció en su interior.

Con el tiempo, su miedo de que ella y Kayle pudieran llevar consigo el legado del Aspecto se confirmó cuando una gran espada envuelta en sombras y fuego estelar cayó de los cielos. Al caer, perforó la tierra y se partió en dos; unas alas emplumadas brotaron de los hombros de las niñas. Su padre lloró al ver cómo cada una tomaba la mitad del arma, e incluso se apartó cuando Morgana intentó consolarlo.

Mientras Kayle aceptaba su nuevo llamado y reunía una orden de justicieros para ejecutar las leyes, Morgana se lamentaba por sus dones. Hasta aquella noche en la que su asentamiento fue saqueado. Mientras la pelea se propagaba, Kilam se encontró acorralado. En ese momento, Morgana se apresuró a protegerlo y redujo a sus atacantes a cenizas. Juntas, las hermanas salvaron incontables vidas y fueron aclamadas como las Protectoras Aladas de Demacia.

No obstante, con el tiempo, Kayle radicalizó su ideología, mientras que Morgana se vio abogando cada vez más por quienes querían compensar sus delitos. Se logró un acuerdo entre las hermanas y sus seguidores mortales, aunque fue poco fructífero y no duró. El discípulo más ferviente de Kayle, Ronas, decidió arrestar a Morgana. En un intento por proteger a sus seguidores penitentes, ella lo encadenó con llamas oscuras hasta que cayó al suelo, muerto.

El fuego divino alumbró la ciudad desde arriba, al tiempo que Kayle juraba llevar ante la justicia al asesino de Ronas. Fue entonces cuando Morgana enfrentó a su hermana en los cielos.

Blandiendo sus espadas, cada una igualaba los ataques de la otra con arcos de luz cegadora y una oscuridad ardiente que derribaron las construcciones que estaban debajo de ellas. Parecía que una de ellas ganaría, pero, al oír la voz angustiosa de su padre, Morgana flaqueó. Kilam yacía entre los escombros, herido de muerte. Gritando de dolor, Morgana arrojó la mitad de la espada de su madre hacia Kayle, y se lanzó hacia la tierra como un meteorito.

Acunó a su padre en sus brazos, maldiciendo su herencia como responsable de la destrucción a su alrededor. Pasmada, Kayle aterrizó. Morgana le preguntó si la aniquilación de los retorcidos mortales incluía a Kilam, cuyo crimen había sido apartarlas de su madre. Kayle permaneció en silencio, pero voló hacia los cielos sin mirar atrás.

Las alas de Morgana se convirtieron en un recordatorio inescapable de su dolor. Trató de arrancarlas de su carne, pero no encontró una espada lo suficientemente poderosa para hacerlo. En cambio, decidió atarlas con cadenas de acero, para así caminar en el mundo de los mortales.

A lo largo de los siglos, su historia se convirtió en un mito y el nombre de Morgana fue inmortalizado. Hasta el día de hoy, los habitantes de Demacia veneran a la Protectora Alada, recordando la gloria de una sola hermana, mientras que los arrebatos oscuros y la creencia de la redención personal de Morgana pasaron a formar parte de los misterios de La Dama del Velo.

Aun así, se niega a abandonar a quienes recurren a ella en busca de ayuda. Amargada y traicionada, aguarda su momento en las sombras del reino, con la certeza de que algún día la luz de Kayle regresará a Runaterra y todos enfrentarán su sentencia.

Conforme la magia vuelve a ascender, Morgana presiente que ese amanecer está casi sobre ellos.

Plantilla:Campeón

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